
Este soy yo.
(Bueno, más o menos, no tengo fotos de esto).
Estoy corriendo por mi vida con un rebaño de vacas a punto de pasarme por encima.
Y esto,
Esto tan estúpido y raro que estoy a punto de contarte, tiene una de las lecciones de vida (y de negocios) más útiles que conozco.
— ¿Y este no me va a salir con el rollito de la Misión y Visión?
No no no, eso es para gente o empresas importantes. Yo lo único que sé hacer es escribir y conseguirle plata a mis clientes y a mí. Esas cosas son para los que se pueden permitir perder tiempo y billetes
Bueno, sigamos con lo importante.
Las vacas.
Una tarde de verano por ahí por el 2015.
Salí a pasear a los perros.
Fuimos a un campo grande, donde una mitad está llena de árboles y la otra está casi tan libre como un pasillo hasta el final del terreno, solo tiene uno que otro árbol.
En fin.
Los perros empiezan a correr y jugar entre ellos.
A seguirse, darse empujones y revolcarse.
En ese trozo de campo, lo único que hay, además de árboles, es un rebaño de vacas.
Nada de que preocuparse de todos modos.
Los perros crecieron entre vacas, ovejas y gallinas. Son familia, nunca las atacan.
Entre juegos y revolcones terminan cerca del rebaño, pero todo bien.
Hasta que en medio del juego uno de los perros muerde al otro un poco… Demasiado fuerte en la cola.
El perro ladró y las vacas se asustaron.
Y en vez de salir corriendo, todas se les fueron encima a los perros y los empezaron a seguir.
Yo me puse a reír de lo irónico que era que los perros fueran los que corrían de las vacas y no al revés.
Bueno.
Por lo menos hasta que los perros cambiaron la dirección y empezaron a correr hacia donde estaba yo.
–Mierda.
Los perros pasaron por mi lado y siguieron de largo.
Las vacas no paraban ni cambiaban de dirección, seguían apuntando hacia mí.
Apuntando hacia mí y corriendo.
-¡Mierda Mierda Mierda!
Me doy la vuelta y empiezo a correr por el pasillo al árbol más cercano.
Miro para atrás y las vacas siguen ahí, pisándome los talones.
Corro.
Sigo corriendo
Las vacas están más cerca.
Y siento el árbol cada vez más lejos.
– ¡AAAAAAAAAA!
Llego al árbol y de un solo salto estoy arriba.
De seguro, si hubiese alguien de los Guinness mirando, me añadían al libro por lo rápido que subí.
–¿Y los perros?
Los miro y están descansando, lejos
¿Las vacas se rindieron y volvieron a casa a preparar té y comer galletas?
No, las muy hijas de vaca se quedaron debajo del árbol.
Ahora yo era la presa y estaba atrapado.
Si bajaba, el toro se me iría encima y me dejaría como brocheta.
Y si me quedaba arriba, el frío y los zancudos harían lo suyo.
Estaba en un dilema.
En eso, miro el gancho del que me estaba sujetando y una idea cruzo por mi cabeza.
Me acomodo en árbol de modo que no me vaya a caer, sujeto la rama con ambas manos y la rompo.
Ahora tenía con que defenderme.
¿Acaso pensaba pelear con un rebaño de animales de más de 500 kilos, con un cuerpecito de poco más de metro y medio, 40 kilos y una rama?
Sí.
¿Era una mala idea?
También.
Cambio de planes.
Empiezo a bajar.
Cuando estoy a unos pocos metros del suelo, rodeo el árbol y me quedo hacia el lado más alejado a la puerta.
El toro me mira y muge.
Me aguanto las ganas de llorar.
Levanto la rama y la lanzo tan lejos como puedo. Todas las vacas van a comerse las hojas.
¿El toro? También.
Rodeo una vez más el árbol tan rápido como puedo, me bajo y empiezo a correr hacia la puerta. Los perros ya no están, se habían ido a casa.
Las vacas y el toro siguen comiéndose la rama.
La vida es bella.
Me salvé de que mi tumba dijera: “Niño idiota muere de hambre por miedo a unas vacas”
¿Cuál es la lección de esto?
La primera es simple y salta a la vista.
Tienes que darle a los demás lo que en verdad quieren, tienes que pensar en ellos.
Esa es la manera más egoísta de conseguir lo que quieres.
Dándole a los demás lo que quiere.
Los clientes no te van a entregar sus billetes porque sí. Lo normal es que desconfíen y te miren igual como ese toro de ojos grandes y amarillos lo hizo conmigo.
Ellos quieren lo que ellos quieren. Nada más
No te conocen y no les importa lo que tú quieras.
Ni tú,
ni tu negocio,
ni tu familia.
Nada.
Si quieres que te den lo que quieres, tienes que entregarles la rama que haga que te lo den.
Esa rama y solo esa rama.
Y muchas veces ahí está el problema.
Llenamos la web de tantas opciones que la gente se atonta. Igual que para elegir una serie de Netflix.
Ellos quieren una solución, pero en la web le ofrecemos mil y una cosas diferentes.
Por eso les cuesta decidir. Por eso la mayoría de las webs casi no funcionan. Por eso los negocios online tienden a vender poco.
La gente ve tantas cosas en la web que al final no sabe si tenemos lo que ellos quieren.
Porque si los clientes tuvieran claro que les podemos ayudar. Si SABEN que tienes lo que quieren… y que lo pueden conseguir contigo…
¿Por qué elegirían a la competencia?
Bueno.
Pues justo eso es lo que muestro como hacer en el documento de 8 páginas que te envió al suscribirte (GRATIS) a la lista de correo.
Una forma de hacer que a la gente se le caiga la baba al leer tu web y que quieran trabajar contigo.
Una forma de tocar esos puntos dulces en su cabeza que les haga querer tomar su teléfono y tirarte la plata en la cara para que lo ayudes.
… Eso es lo que puedes conseguir con lo que explico en ese documento.
Y si lo quieres, deja tu correo aquí y te lo mando.
Es GRATIS y te puedes dar de baja cuando quieras*